
Mantiene SSPO activo el Plan de Apoyo a la Población en el Istmo
Por sus frutos los conoceréis
Mateo 7:16
PRIMERA PINCELADA
Juchitán, Oax. 16 de enero de 2013 (Quadratín).- El timbre del celular suena más de una vez. Natalia no escucha, está encapsulada en el olor del guiso que prepara en la diminuta cocina de su departamento en La Condesa, Ciudad de México. El ring estrepitoso nuevamente. Una. Dos. Tres. Cuatro veces, hasta perforar la burbuja de Cielo Min. Corre. Contesta. Apenada ofrece una disculpa al que se encuentra con una grabadora y una libreta detrás del auricular. Busca el lugar más cómodo de la sala. Rompe lo frío de la entrevista con pícaros comentarios. Lo logra. A sus anchas comienza. No se ve cansada de contar la misma historia, la del abuelo que no tuvo cama.
-Esta es una historia muy personal. Me lo contó mi padre, a él, el suyo-
Así argumenta la escritora zapoteca Natalia Toledo el cuento que narra en el libro bilingüe Badu qui ñapa luuna/ El niño que no tuvo cama, editado por Conaculta para su colección Alas y Raíces e ilustrado por el pintor Francisco Toledo.
-Francisco, mi abuelo, fue uno de los ocho hijos de un zapatero de Juchitán de principios del siglo XX, conocido como Min Puli (Benjamín Apolinaria). Un artesano que le hizo a Lázaro Cárdenas un par de zapatos durante su visita al istmo. Eran tiempo austeros. El niño Chico no tenía una cama, así que dormía sobre la piel de la vaca que su papá utilizaba para sacar los zapatos encomendados por los clientes.
Conforme se recortaba la piel, la especie de cama se empequeñecía hasta desaparecer. Entonces Francisco no tuvo una cama hasta que fue hombre y los medios económicos para comprarse una. Ese es básicamente el argumento de la historia que cuento en primera persona, en voz de mi abuelo.
La historia se la contó el abuelo a su papá, éste a Natalia en su niñez. Las imágenes siempre estuvieron en su mente hasta que lo plasmó en zapoteco y español, en un libro para deleite de niños y adultos, es parte de la tradición oral familiar, asegura al reportero mientras vuelve sobre sus pasos hacia la cocina.
Esta es la forma más efectiva que tenemos los zapotecas para desgranar las palabras y conservarlas en la memoria, así sobreviran hasta que la tierra abrace al cielo anota Cielo Min, como cariñosamente le dicen a la poeta juchiteca, en la presentación del libro infantil.
La entrevista telefónica termina después de media hora. Antes de colgar pregunta si se explicó bien. La respuesta positiva viene con una sonrisa de su parte. Regresa al guiso. Prueba el sazón. Anuncia el desenlace del arte de cocinar. Invita a sus amigos a la mesa y nuevamente cuenta la historia del niño que no tuvo cama.
SEGUNDA PINCELADA
El hombre de cabello alborotado y pantalones arrugados camina sin pisar casi el suelo por lo rápido de las zancadas. Sobre sus hombros carga a su hija, cuyas piernas le llegan más allá de la cintura. No está en edad de ir en hombros. Él la complace. El señor de aspecto extraño equilibra el peso sujetándole las extremidades mientras sortea a los marranos que hacen del callejón Los Pescadores su hogar. Ella sonríe. Es feliz. Él no se cansa. Sin parar avanza hacia el parque del pueblo con la niña a cuesta. Así pincela Natalia una de las imágenes con su padre en Juchitán (Sur de Oaxaca), ese Chico Min que sentado en el pretil de la casa materna la hipnotiza con su larga cabellera.
Del padre de su progenitor, recuerda el placer de comer chiles y sopear las tortillas en el caldo de camarón ante la mirada inquisitoria de la abuela, que veía transformada la elegante mesa familiar. Del anciano, escenas instantáneas asoman a su mente; la fuerte voz, el talento para los negocios, el recio carácter y la historia de curtir el cuerpo sobre la piel de una vaca.
Su abuelo Chico con el tiempo tuvo éxito en los negocios en el sur de Veracruz, lo que permitió otorgar privilegios a sus hijos, como pedir por encargo libros que no conseguían en provincia. El amor por los libros se trasladó al pintor, éste a ella y sus hermanos.
Los libros me unen a mi papá. Las historias, los cuentos nos acercan mucho. Él es un gran narrador. Si no fuera pintor, hubiera sigo un gran escritor. Lo que no puede contar simplemente lo dibuja. Es un contador de historias.
Lejos tiene Natalia las ausencias del padre, del Toledo que vivía en Paris y Nueva York ocupado en su arte, porque siempre se compensaron con los libros. Hoy reconoce que empezó a escribir por llamar su atención, lo cual agradece, porque eso propició su formación literaria y carácter.
Un trozo de historia personal, de la herencia familiar, de la sangre indígena de los Min está desgranado en el tercer libro que Natalia Toledo y Francisco Toledo aportan al acervo literario zapoteca.
TERCERA PINCELADA
Pap-pap-pap-pap-pap-pap-pap
Era el sonido que despertaba todas las mañanas a Natalia. El ruido del pequeño martillo sobre el zapato perforando la tranquilidad del día. La poeta lo recuerda bien. Provenía de casa de su tío López Lucho, en la Séptima Sección, pegada a la suya. En la pared del taller sobresalían las hormas, las plantillas de todas las medidas existentes tapizaban el espacio. Ese fue su primer acercamiento con los zapatos, después supo del abuelo zapatero y la historia que cuenta en su tercera obra infantil bilingüe.
-Los zapatos están unidos a mí, a mi infancia, a mi familia. La historia contada es del niño que duerme sobre una piel, que se convierte en los zapatos que hace su papá, mi bisabuelo. El trabajo conjunto con mi padre fue deleitable. Fueron días y horas de plática y discusiones. Hacerlo bilingüe fue la mejor parte, porque la lengua es , después de los libros, lo que más me unen a él.
Y efectivamente el zapoteco los mantiene unidos, sobre todo cuando de proyectos de rescate de la lengua se trate. Allí están los libros publicados, los diccionarios, las guías, los concursos literarios que han respaldado y financiado a lo largo de muchos años. Como alejarse, como darle la espalda a lo que es su madre, su padre, su origen.
Toledo está atento de la situación del zapoteco, de la disminución de los hablantes, por eso impulsa y aplaude proyectos de rescate. Por eso estamos involucrados en la edición de libros bilingües para niños como Badu qui ñapa luuna/ El niño que no tuvo cama. Aunque lo ideal es que todos participen, sociedad y gobierno, porque sí esperamos que sólo los escritores o estudiosos de la lengua hagan el trabajo, pues no avanzaremos mucho.
Natalia Toledo y Francisco Toledo preparan la cuarta obra bilingüe en conjunto, aunque dedicado a niños, tiene mucho erotismo, adelanta la autora del libro El Olivo Negro. Los otros dos trabajos fueron: Guendaguti ñee Sisi/ La muerte pies ligeros, Cuento del Conejo y el Coyote/ Didxaguca sti Lexu ne Gueu, los dos editados por el Fondo de Cultura Económica.